Los salones de Oxlon
En los salones de ajedrez de la universidad de Oxlon estaba el jugador más famoso de aquellos tiempos. Vivía como un rey en los pisos de aquella escuela situada en esa ciudad. Había estado en las mejores universidades y se había recorrido el mundo entero, dedicándose a desplumar a los viajeros desaprensivos que osaban aceptar una apuesta al ajedrez. Nadie le había visto perder una partida desde los quince años, cuando ganó a su padre por primera vez valiéndose de la táctica más simple y humillante: el jaque pastor. A los 16 salió de casa con la férrea determinación de pisar las mejores universidades del mundo donde se jugase al ajedrez. Su viaje terminó en Oxlon, y se quedó para ver a los mejores jugadores de la época. Allí se quedó, observando, durante ocho años, hasta que un anciano enano, de unos diez mil años, perdió una apuesta absurda y tuvo que enseñar al chico las mejores tácticas conocidas de aquella época. El elfo aprendió del enano todas sus tácticas en 16 años. El enano falleció, la causa fue que se le olvido beber sangre mágica, que le daba una vida longeva. El elfo tenía ya cuarenta años, todavía un niño grande para un elfo, cuando se dispuso a jugar con un hobbit, también anciano, se le veía muy aburrido. Tenía una buena excusa de estar aburrido, ya que nadie quería jugar con él, la razón era que siempre ganaba, por su juego veterano. El elfo se sentó con algo de miedo y confianza a la vez, en frente del hobbit, le pidió permiso para jugar con una voz serena, el hobbit vaciló y aceptó. El hobbit y el elfo empezaron, desde un principio estuvieron muy igualados, no pasaron menos de cinco horas hasta que la gente se percatara que esa partida sería la mejor de los últimos años. La muchedumbre se apresuraba a ver la gran batalla del elfo contra el hobbit, llevaba todas las de ganar, aunque sólo tuviera una torre más que el elfo. Por fin el elfo hizo un movimiento con un caballo, en el siguiente turno con el alfil que le quedaba, finalmente gano unos minutos más tarde. Todos aplaudieron, se podía ver tantas caras de sorpresa como de felicidad, sólo había una cara desigual, la del hobbit, se quedó mirando la partida durante minutos mientras la muchedumbre abandonaba los salones. El hobbit, asombrado al examinar la partida, levantó la cabeza, miró al elfo con odio y abandonó la universidad muy afectado, para él era como un gran insulto que no se podía responder con palabra ni con nada a su alcance. A partir de ahí fue el mejor del mundo, pero un gran día, después de algunas edades, un enano encapuchado, con aires de superioridad, entró en las salas de Oxlon, anduvo hasta la mesa del elfo que estaba sentado en una silla de oro, el enano con una risa burlona se sentó delante de él, su silla era ni mucho menos lujosa perola silla de madera no iba a hacer perder al elfo ni ganar. El elfo y el enano se miraron fijamente, el enano rompió el silencio, pidiendo permiso para jugar, el elfo se rió como si le hubiera dicho una sandez y aceptó, apostaron muy fuerte, casi más de lo que los reyes elfos tenían en sus arcas. El elfo aceptó convencido de que iba a ganar pero… algo pasó, la misma táctica que había hecho a su padre algunas edades atrás había sido su ruina, el enano se la hizo sin que el elfo se diera apenas cuenta. El elfo enfadado le dio todo el dinero que había apostado, pero antes que el enano se levantara de la silla de madera le frenó, apostó su casa de Oxlon por el doble de la cantidad que había perdido. El enano vaciló preguntándole cuánto quería perder, pero aceptó. El enano volvió a ganar, pero con un poco más de trabajo. Al fin el elfo apostó una vez más, algo que para ellos era lo mas valioso, desvelar sus magias, que eran muchas y muy valiosas, a cambio de la casa y del dinero pero el enano rechazó, entonces pidió sólo la casa y aceptó. El enano volvió a ganar pero esta vez el elfo no fue a impedir que el enano se levantara, más bien se levantó antes que él, ya que no tenía nada más para apostar, así que abandonó la escuela al igual que el hobbit lo hizo un tiempo atrás con la misma sensación. Al salir fuera vio que no tenía nada en sus manos, excepto a su familia que no sabía nada de ella desde hacía algunas edades. Había viajado por todo el mundo menos por donde tuvo que ir, su casa, entonces sólo le quedaba volver allí, se encontró con su padre y le contó lo sucedido.
El padre, todavía con aspecto joven, invitó a entrar a su hijo, en su propia casa, le escuchó cada palabra alegre y triste de toda su vida, el padre se sentía orgulloso de él, pero no entendía por qué le afectaba perder, y además en las miles de palabras del hijo se pudo escuchar varias veces que volvería a los salones de Oxlon y esta vez ganaría. El elfo cuando había empezado la historia con el enano que le enseñó todo y el hobbit que fue un cobarde a no afrontar que había perdido su padre supo qué decir, “hijo mío, por haber perdido contra un enano encapuchado eso no te da excusa para odiar a los enanos ya que uno de ellos te enseño todo lo que sabes, y al hobbit no lo critiques porque al fin de cuentas, tú actuaste igual”. El elfo entonces vio lo que su padre le había explicado, pero no tuvo valor para ir a Oxlon. El padre fue a la escuela de Oxlon donde se anunciaba otro jugador extraordinario, el padre vio al enano que, era alto para su altura, barbas negras, encapuchado con una capa verde, con aires de superioridad y que en su rostro siempre se podía divisar una sonrisa irónica. El padre se acercó a él y le dio las gracias por haber enseñado a su hijo a perder. El enano dejó de sonreír para decir unas palabras de ánimo: “El perder no es de sabios, es decir, tu hijo es sabio, si tú ahora jugaras contra mi y ganaras tú, habría salido igual de desilusionado que su hijo, ¿una partida amistosa?”, durante la partida tranquila pudo ver cómo la mayoría de los jugadores que habían perdido salían enfadados de las salas, el enano siempre le respondía riendo, “otro sabio”. El enano perdía unas cuantas partidas y su rostro no parecía disgustado, sino más bien feliz, el padre y el enano jugaron muchas partidas, mientras las jugaban hablaban del pasado y del presente. Los dos eran muy buenos, los dos se lo pasaban bien jugando. ¿Por qué los demás no?
El padre volvió a casa donde le esperaba su hijo, allí vivió con él durante décadas. El enano de vez en cuando pisaba por su casa que estaba cerca de la ciudad de Sonun con un tablero de ajedrez de madera de roble y figuras de plata y oro. El enano siempre se las regalaba al hijo, dando una expresión más o menos feliz. El hijo no había dejado de ser un adolescente, todavía quedaba largo tiempo para cuando llegara a la apariencia adulta, quedaban algunos siglos. Desde entonces estos elfos, padre e hijo, tuvieron una visita cada año, de uno de los mejores jugadores de Mestaer, un enano.
[Este relato está publicado en página conocida como "ociojoven.com", pertenece a un mundo creado por una sociedad de amigos del sur de Valladolid. Este relato está hecho por mí; este mundo es un lugar llamado Mestaer con muchas diferencias con la Tierra. Para más información se está pensando hacer una página dedicada totalmente a este mundo de ciento noventa y seis ciudades ciudades.]
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